Hacer o no hacer
Hacer o no hacer
Hacer o no hacer
A menudo hablo con personas que nunca han hecho un trabajo interior, pero que se han pasado la vida trabajando y haciéndose un lugar en la sociedad mientras educaban a sus hijos, que han cuidado a sus padres mayores, que han hecho esfuerzos para que su vida de pareja funcionara, que han contribuido a ser buenos ciudadanos y ahora se sienten agotados y frustrados.
Todos vivimos bajo la influencia de las normas sociales, es decir, de reglas implícitas que prescriben qué comportamiento adecuado hay que adoptar en sociedad. Los medios de comunicación de masas, los directivos de empresas, los profesores de instituto y universidad, los entrenadores, todos parecen tener un vocabulario limitado: sobresalir, progresar, evolucionar, mejorar, controlar, tener éxito, ganar…
En contradicción con el ritmo de la naturaleza, donde todo está en un equilibrio armonioso gracias a los ciclos opuestos que se completan (como las estaciones), parecería que el humano moderno solo tiene una única dirección para seguir garantizando su supervivencia: aún más fuerte, aún más lejos, aún mejor.
Superarse, cortarse un traje en el tejido de la personalidad siguiendo las normas, donde ni un solo hilo de fantasía sobresalga, ni una sola actitud incongruente, ni una sola palabra provocadora. La uniformización es la norma en un entorno sin compasión, organizado en una jerarquía en la que el de arriba aplasta al de abajo.
Es la carrera del hámster en su rueda hasta reventar. PROACTIVO desde la cuna hasta la tumba!!!
Este materialismo a ultranza nos corta de nuestra alma, de nuestro corazón, de todo lo que nos hace únicos y valiosos.
Incluso en el desarrollo personal tenemos que conseguir resultados: crear su realidad, tener un objetivo, una misión en la vida, crearse abundancia financiera, encontrar su alma gemela y ¡hasta matar su ego!
Muchas personas que han hecho un largo camino de desarrollo personal, al cabo de los años se sienten desorientados y dicen:
“He meditado durante años; he leído montones de libros; he participado en decenas de cursos, seminarios, retiros en los que he ayunado, encontrado a mi niño interior, he practicado el perdón y la compasión, he equilibrado mis chakras y mis lados femenino y masculino. Y sigo sintiéndome prisionero/a de mis esquemas emocionales y mentales. Estoy perdido/a.”
Hasta la tristeza, el hastío, la melancolía y la depresión son actualmente sospechosos y están incluidos en el manual diagnóstico de las enfermedades mentales.
La sociedad quiere que rindamos y seamos productivos en todo momento, como una máquina.
¿Qué está pasando? ¿Qué es lo que no va? ¿Nos falta algo?
¿O deberíamos más bien soltar algo?
Igual como la naturaleza se pone en reposo en otoño y en invierno para luego renacer en la primavera y el verano, también nosotros debemos volver a un ritmo de vida orgánico.
Pasar por fases de reposo nos permite integrar lo que vivimos en los momentos de actividad.
Hagamos un espacio a la pereza, al ‘dolce far niente’, a la inactividad.
Liberémonos de lo que nos aprisiona y volvamos a la nada: no realizar nada, no planificar nada, no proyectar nada. Nada de relaciones con otros, soltar lastre, nada de implicación, nada de esfuerzos. Dejar de rendir. PARAR.
No trates de llenar el tiempo libre con distracciones programadas. Desconéctate del mundo.
Deja que el flujo natural de la vida, con su propio ritmo, te atraviese.
Permite que tu cuerpo y tu energía se restauren.
Tumbado en la hierba.
Contempla.
Cualquier tachyon te ayudará a sincronizarte con el tempo de la vida.
Elige tu objeto preferido y respira.
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